Mi amiga estaba emocionada por su primera cita, pero su emoción se vio frustrada cuando tropezó y cayó al suelo, lastimándose. Como buen amigo, la llevé a mi casa para cuidarla y asegurarme de que se recuperara. En medio de las atenciones, la cercanía y las risas comenzaron a surgir, llevándonos a un terreno inesperado. La tensión entre ambos creció hasta que, entre bromas y comentarios pícaros, me confesó que lo que realmente le hacía falta era una buena cogida. Así, lo que comenzó como un acto de cuidado terminó en una experiencia sexual inolvidable, en la que demostró que, aunque coja, sabe perfectamente cómo coger.

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