La vida me golpeó duro. Sin dinero para pagar la renta y con el corazón roto tras descubrir que mi esposo me engañaba con mi mejor amiga, me encontré en una situación desesperada. Sin otra opción, decidí recurrir a la única manera que se me ocurrió para mantener el techo sobre mi cabeza: ofrecerle mi cuerpo al casero a cambio del cuarto.<br>Lo que comenzó como una necesidad, rápidamente se convirtió en algo inesperado. Jamás imaginé que mi casero, serio y distante, sería tan increíble en la cama. Lo que debía ser un simple intercambio terminó siendo una experiencia llena de placer y redescubrimiento. Mientras el mundo se desmoronaba a mi alrededor, encontré consuelo en un lugar inesperado, cambiando la dinámica de mi vida de maneras que nunca imaginé.

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